Por Mg. Clemencia Anaya Maya – Vicepresidenta Academia Olímpica Colombiana
Siempre he pensado que quienes estamos inmersos en el mundo del deporte debemos visitar Olimpia antes de morir para sentir profundamente en cuerpo, mente y espíritu, esa conexión entre lo divino y lo mortal que representa el origen de los Juegos Olímpicos y las razones que nos trajeron hacia el deporte para seguir la vida dedicada a su servicio, bien sea en la dirigencia deportiva, en la enseñanza de algún disciplina deportiva o de la educación física o quizás en el ámbito del entrenamiento, de las ciencias del deporte en general o del juzgamiento deportivo.
Y lo digo porque existe un antes y un después de esa visita… yo lo experimenté por primera vez por allá en el año de 1992 y me emocioné muchísimo además de tener la oportunidad de conocer el Santuario de Olimpia de encontrar entre sus tesoros, el Estadio. Ese lugar que albergó las fiestas solemnes que celebraban los atletas en honor al dios Zeus. Su característica principal es un rectángulo al que se accede a través de un túnel de treinta y dos metros de largo, que era completamente en mármol, sin tribunas (solo para los jueces) pero con un espacio capaz de albergar mas de cuarenta mil personas sentadas a lado y lado para una longitud de ciento noventa dos metros con veintisiete centímetros, que correspondían según la mitología a seiscientos pasos del famoso Heracles.
Pero la admiración y el prodigio sin dudarlo me lo causó aquel momento en el que llegué al Estadio Panatenaikó en Atenas! Ese para mi es el Estadio Olímpico más hermoso que existe sobre la tierra. Este simbólico lugar está ubicado en el corazón de Atenas en el mismo sitio de un antiguo Estadio construido en el siglo III A.C. que durante muchos siglos fue sede de festivales en los que atletas masculinos desnudos compitieron en eventos de pista, como les llamamos hoy.
La ubicación para la construcción del Estadio entre dos montículos y justo al lado del río Illisos (que no estaba cubierto en aquellos días), se había elegido porque se consideraba el más adecuado, tras intervenciones relativamente simples. En el siglo IV A.C., durante el gobierno de Licurgo, se llevó a cabo la construcción del Estadio como una de sus obras públicas realizadas en Atenas.
Este era un terreno privado, pero su propietario, Deinias, lo concedió al Estado para la construcción del Estadio. Las obras de remoción de tierra transformaron la colina en un espacio para competencias, con las características del Estadio griego, en forma de paralelogramo con entrada en un extremo estrecho y espacio para los espectadores en las laderas de tierra de los otros tres lados. Sólo había sillas de madera reservadas para los sacerdotes, gobernantes e invitados de honor. Por lo tanto, el área circundante mantuvo sus características naturales y el único terreno cercado por un muro bajo de piedra fue el área de competencia.
El Estadio de Licurgo se utilizó por primera vez en el año 330/329 AC., durante la celebración de los Juegos Panathinaikós o Panateneas (festival atlético en honor a la diosa Atenea patrona de la ciudad). Estas competencias atléticas se celebraban cada cincuenta lunas llenas desde tiempos remotos en un lugar al sur de la ciudad.
En la época romana, durante la regencia del emperador Adriano (117-138 DC), se llevaron a cabo importantes obras en el Estadio entre el 139 y 144 DC., gracias a la generosidad del orador y Herodes Tiberius Claudius de Atica y otros benefactores de la ciudad. Esto dio como resultado dos cambios principales en la forma original del Estadio: la conversión de la forma rectilínea a la forma de herradura al agregar el Sphedone (extremo curvo del Hipódromo), elemento característico de los estadios griegos en la época romana, y para los espectadores la instalación de filas de asientos de mármol blanco pentélico. Todo el espacio estaba adornado con espléndidas estatuas de mármol. Los atenienses estaban orgullosos del Estadio Panathinaikó, que no tenía rival en el mundo. Durante muchos años, la tumba de Herodes dominó la cima de la colina a la izquierda de la entrada.
Con el paso de los siglos, su destrucción fue inevitable. Luego vino la invasión turca durante casi 400 años (1456 – 1829) y el sitio del Estadio terminó prácticamente convertido en un potrero. Sus bellos mármoles fueron extraídos para ser utilizados en otras construcciones. Se salvaron los mármoles del Sphendone y sus alrededores que se cubrieron de barro y agua y de esta manera no se podían ver. La independencia de Grecia del Yugo Otomano se daría finalmente en 1825 y a partir de allí todas las expresiones artísticas, culturales y deportivas de Grecia iniciaron un proceso de recuperación cultural que incluyó un primer intento de revivir los Juegos Olímpicos.
Sería entonces Evanghelos Zappas quien donaría una fuerte suma de dinero para reconstruir el Estadio de Panathinaikó para llevar a cabo los primeros Juegos Olímpicos (nacionales) en 1958 con éxito, por lo cual se organizaron nuevamente en 1870, 1875,1889. Este hecho cautivó al Barón Pierre de Coubertin y en 1894 durante el Congreso Atlético de París que se celebró el 23 de junio de 1894 decidió revivir los Juegos Olímpicos antiguos y se seleccionó a Atenas como anfitriona de este evento histórico. Sin embargo, la ciudad necesitaba urgentemente un Estadio…
Rápidamente se estableció un comité encargado de la reconstrucción del Estadio de Atenas. La responsabilidad del diseño fue otorgada al Arquitecto Anastassios Metaxas pero el presupuesto era insuficiente pues para la época superaba las 585,000 dracmas. Entonces sucedió un hecho sin precedentes, los griegos ricos y pobres se unieron para sacar adelante el proyecto.
Comités para recaudar fondos se crearon en todos los municipios a lo largo y ancho del país e incluso en las embajadas y consulados de Grecia en el mundo entero. La gente respondió positivamente en forma voluntaria, sin embargo la mayor parte del presupuesto fue donada por George Averof, con el deseo de que la reconstrucción del Estadio se convirtiera en un comienzo simbólico para el renacimiento de las fuerzas nacionales y el cumplimiento de los deseos de todos los griegos. También pretendía satisfacer a todos los filohelenistas (amantes de la cultura Griega) que consideraban que Grecia era capaz de acoger el mundo civilizado de la época.
El Estadio Panathinaikó fue elegido para albergar la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos en 1896 que contó con la presencia del Rey Jorge I y los miembros del Comité Olímpico Internacional. La enorme inversión para su reconstrucción fue recompensada a George Averoff, con una estatua de mármol que se encuentra a la derecha de la entrada del Estadio. Gracias a la evidencia descubierta en excavaciones arqueológicas durante el siglo XIX, la reconstrucción del Estadio totalmente en mármol pentélico se distingue por su alto grado de fidelidad al antiguo monumento del siglo II DC.
Los primeros Juegos Olímpicos modernos fueron un éxito rotundo. Fue entonces cuando se escuchó por primera vez el Himno Olímpico, con letra del poeta Costis Salamas y música del compositor Spyros Samaras. El vencedor en la carrera de Maratón, fue el griego Spiridon Louis. A lo largo del siglo XX, el Estadio Panathinaikó fue sede de diversos eventos relevantes tanto deportivos como culturales. En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 experimentó momentos de suspenso y emoción durante las competencias de tiro con arco y sobre la línea de meta de la carrera de Maratón. Esta es una creación de los atenienses, cuyo nombre proclaman con orgullo, el Estadio Panathinaikó ha sido sede de nobles competencias y juego limpio, de mente, cuerpo y espíritu desde la Antigüedad. El escenario es conocido familiarmente por los griegos como el Kallimármaro en griego ????????????, es decir, el «mármol hermoso».
Para finalizar, quiero hacer énfasis en el origen de la palabra Estadio que proviene del griego ??????? (stadion), que la mitología nos cuenta tiene que ver con los 600 pasos de Heracles, es decir es una medida de longitud que por supuesto varía de acuerdo con el tamaño de los pies. En Olimpia el Estadio es de 192.27 mts y en Atenas en Panthinaikó es de 185 metros.
Les invito a programar en sus agendas una visita a este espectacular escenario que acoge también cada cuatro años desde 1936 una parada del Fuego Olímpico y que de la mano de los Juegos Olímpicos a través de la historia ha unido el deporte con la cultura.
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