Pierre de Coubertin el Maestro Visionario

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Pierre de Coubertin el Maestro Visionario

Por Clemencia Anaya Maya – Vicepresidenta AOC

Cuando hablamos de Olimpismo indiscutiblemente tenemos que hacer referencia a Pierre de Freddy Barón de Coubertin, el profesor que logró con su visión entusiasmar al mundo para organizar cada cuatro años los Juegos Olímpicos Modernos, ese evento que soñó un día, como una oportunidad para unir al mundo en un mismo lugar disfrutando de todas las expresiones del deporte, en paz.

Hoy recordamos el aniversario de su fallecimiento que sucedió el 2 de septiembre de 1937 mientras paseaba pensativo por el parque de la Grange en Ginebra, Suiza. Allí un infarto le arrebató la vida a este gran hombre que había trasladado la sede del Comité Olímpico Internacional de su casa en París a la ciudad de Lausana, tras lograr un acuerdo firmado con el Alcalde de la ciudad. Su capacidad de proyectar grandes metas para la educación de los jóvenes y su convicción, hicieron que su gran sueño, la creación de los Juegos Olímpicos modernos, lo mantuvieran siempre activo en la creación de textos sobre el deporte y la pedagogía, los orígenes, la psicología deportiva, la importancia del deporte para la salud e innumerables temas más para sustentar su objetivo del deporte en la búsqueda de la paz y la amistad.

En su testamento, dejó establecido que su cuerpo fuera enterrado en Suiza, país que lo acogió con respeto por su obra y le apoyó en sus últimos años. Pero creo que sin duda lo más extraordinario fue establecer que su corazón fuera llevado al santuario de Olimpia, ese lugar que un día se convirtió en el motor espiritual de su ilusionado y abundante quehacer olímpico. Allí reposa en un monumento de mármol desde el mes de marzo de 1938, en inmediaciones de lo que hoy es la sede de la Academia Olímpica Internacional.

Contrario a lo que muchos podrían pensar, Coubertin perseguía el cambio del sistema  educativo en Francia, sus investigaciones sobre métodos exitosos en Inglaterra utilizando como medio la disciplina del músculo, toda una doctrina cristiana que planteaba la perfección espiritual ligada a la salud, lo motivaron a escribir y dar a conocer este modelo a tal punto que el gobierno francés lo envió a Estados Unidos a conocer todos sus métodos de enseñanza.

A su regreso fue tal el entusiasmo que como resultado de su dinamismo, el deporte empezó a ponerse de moda en Francia y a ser considerado parte del sistema educativo. Pero más allá de este aporte, el gran sueño de Coubertin era el de unir a todos los países en un mismo lugar compitiendo en un ambiente en el que el respeto por la diferencia, sin importar religión, credo político, condición social o raza, los atletas pudieran participar y alcanzar el honor para sus países.

Dejó de lado otras oportunidades de alcanzar el éxito fácil siguiendo una carrera militar de tradición familiar y se entregó a la educación, la enseñanza y la pedagogía, poderosos motores de una intensa actividad, desarrollada de forma incansable digna de un verdadero visionario. Registros históricos nos dejan conocer su pensamiento: «He decidido cambiar bruscamente mi carrera con el deseo de unir mi nombre al de una gran reforma pedagógica… ya que lo más importante en la vida de los pueblos modernos es la educación… la educación que ha de ser el prefacio de la vida… y lo que así expreso, es el resultado de las observaciones adquiridas en las distintas etapas de mis viajes por los Estados de Europa y América del Norte, en donde he podido constatar la existencia de grandes corrientes de reforma pedagógica, independientes de los sistemas gubernamentales e incluso superiores a las mismas tradiciones nacionales».

Su gran motivación lo llevó a concebir la filosofía del Olimpismo uniendo el deporte con la educación y la cultura pero sobre todo  pensando en el valor del ser humano y su búsqueda de la excelencia. Descubrió que es el deporte el medio más fácil, rápido y eficiente para la educación del ser y además el medio mas directo de comunicación, entendimiento entre los pueblos y la búsqueda de la paz, como bien lo dijo en esta frase definiendo el deporte, «una escuela de nobleza y pureza moral, a la vez que medio de fortalecimiento y energía física».

El 25 de noviembre de 1892, en una conferencia que pronunció en el claustro de la universidad de la Sorbona sobre «los ejercicios físicos en el mundo moderno», anunció su proyecto de restablecimiento de los Juegos Olímpicos, que fracasó porque no pudo ser comprendido plenamente, pese a la emoción que despertó la idea. Dos años más tarde y en el mismo recinto universitario, el proyecto fue acogido por unanimidad, dando paso a la creación del Comité Olímpico Internacional y designándose como primera sede de los Juegos Olímpicos modernos a Atenas, en 1896. Cada vez que recorro esta magnífica historia me emociona pensar que Coubertin planteó los Juegos Olímpicos como la máxima expresión del Olimpismo para la humanidad desde un recinto universitario.

Todo su pensamiento era transformador y educativo, su idea de Juegos Olímpicos era precisamente un modelo para invitar a cientos de miles de jóvenes a acoger la práctica de alguna disciplina deportiva en sus vidas y que el mundo viera claramente que si es posible convivir sin conflictos y respetarse los unos a los otros. Por ello decía: «Es preciso que cada cuatro años los Juegos Olímpicos restaurados den a la juventud universal la ocasión de un reencuentro dichoso y fraternal, con el cual se disipará poco a poco esta ignorancia en que viven los pueblos unos respecto a los otros, ignorancia que mantiene los odios, acumula los malentendidos y precipita los acontecimientos en el destino bárbaro de una lucha sin cuartel».

Coubertin en efecto, asume lo que algunos han llamado como la gran aventura olímpica y que para mí fue tan solo el gran liderazgo de un  maestro que  encontró en el deporte un vehículo de transformación social con un propósito loable, nada menos que buscar la paz. Cada aspecto de la organización de los Juegos Olímpicos que tuvo bajo su liderazgo y visión cumplieron estrictamente con los originales preceptos de los Juegos Olímpicos antiguos. La música, la danza, la poesía, la literatura, la escultura la pintura, el teatro, la escultura, en fin, todas las artes unidas en la celebración de la magna fiesta cuadrienal sobre la tierra. Pausanias sería feliz de ver cuan semejantes han podido ser incluidos todos los aspectos de una época gloriosa como la helénica en procura de celebrar los festivales atléticos en honor al dios Zeus y hacerlos realidad en la época moderna.

Coubertin creo la doctrina del Olimpismo como el mejor de los maestros del deporte, al entender que esta es la forma ideal de fortalecer la dignidad humana. Su reto olímpico lo asumió con total compromiso hasta el último de sus días. Su periodo en la presidencia del COI ha sido la más larga de la historia, 1896 a 1925, tres décadas utilizando los elementales medios de la época escribiendo a mano cantidades de correspondencia e invirtiendo en su sueño olímpico toda su fortuna.

En 1937 ya Coubertin había hecho rodar la organización deportiva más importante del mundo, había escrito la Carta Olímpica que les invito a releer y conocer, pues sus fundamentos en términos de valores se conservan intactos. Uno de los principios más fuertes que determinan su interés pedagógico plasmado en la organización de los Juegos Olímpicos es precisamente que los Juegos Olímpicos son una competencia entre atletas que buscan la excelencia a través del deporte, no son una competencia contra países y no hay clasificación general ni final para determinar cuál país es mejor que otro.

La esencia de su obra se basa en la formación del ser humano utilizando el deporte como instrumento. Para ello enfatizó en que el olimpismo y los Juegos Olímpicos son una extraordinaria fuente de conocimiento e investigación. Múltiples artículos, libros, obras, conferencias que ustedes pueden consultar, superan toda expectativa,  treinta libros, cincuenta folletos y más de mil doscientos artículos sobre las materias más diversas, todo alrededor del deporte como cultura.

Como el pedagogo que fue, Coubertin evaluó siempre al deporte como un inigualable medio formativo y educador, pensó en la salud social que una amplia práctica deportiva puede ofrecer al margen de los éxitos deportivos de algunos grandes campeones y al respecto decía: ”quisiera ver un lugar donde los concursos y los récords fuesen desterrados pero donde cada adulto en cualquier momento según su conveniencia pudiera, sin riesgo de ser espiado o criticado dedicarse gratuitamente a los ejercicios más simples: carreras, saltos, lanzamientos, gimnasia y por un precio razonable, practicar el boxeo, recibir una lección de esgrima, montar a caballo en un picadero o nadar en una piscina», por eso consideraba que en el contexto social, el deporte «no es ningún objeto de lujo ni una actividad para ociosos, ni tan siquiera una compensación muscular del trabajo cerebral. Es por el contrario, para toda persona, una fuente eventual de perfeccionamiento interior, no condicionada por la ocupación laboral. Es, en definitiva, patrimonio de todos por igual y su ausencia no puede sustituirse con nada”.

Todo esto para ratificar la importancia que para él tenía la practica deportiva como parte de la vida diaria de cualquier persona. En enero de 1919, Coubertin hizo una declaración contundente:  “Todos los deportes para todos. He aquí una fórmula que va a ser tachada de locamente utópica. Pero me trae sin cuidado. Lo he pensado y meditado ampliamente y la considero justa y posible, de ahí que los años y las fuerzas que me resten serán empleados en hacerla triunfar», Y seguía, “nuestro Comité ha luchado más que nadie para hacer de él el placer habitual de los jóvenes de la pequeña burguesía y ahora debe hacerse completamente accesible al adolescente proletario. Todos los deportes para todos. Esta es la nueva fórmula, de alguna manera utópica a cuya realización debemos consagrarnos”.

Para Coubertin era muy claro que el deporte es un derecho humano y estoy segura que cuando paseaba por el parque de la Grange en Ginebra, sus pensamientos estaban puestos en otro de sus sueños, la creación de un Centro de Estudios olímpicos. Estaba convencido del valioso aporte de la filosofía del olimpismo a fortalecer la sociedad moderna. Pasarían casi 25 años desde aquella tarde del 2 de septiembre, para que la creación de ese último sueño se hiciera realidad. En 1961 se inauguró en Olimpia la Academia Olímpica Internacional, gracias al liderazgo de dos de sus fieles seguidores, el griego Jean Ketzeas y el alemán Karl Diem.

Por |2020-09-26T09:32:47+00:003 noviembre 2020|Cultura y Deporte, Uncategorized|0 Comentarios

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