El deporte como derecho a la igualdad

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El deporte como derecho a la igualdad

Por Clemencia Anaya Maya – Vicepresidenta Academia Olímpica Colombiana

Resulta difícil entender la manera en que la mente humana llega a crear barreras donde no deberían haberlas, pero también confirmar de forma insólita, que esas barreras que imaginamos, a veces están muy lejos de la práctica.

Siempre viene a mí el recuerdo de Alice Milliat a principios del Siglo XX y su infatigable lucha por la participación de la mujer en los Juegos Olimpicos Modernos. Me duele pensar que un pedagogo tan dedicado a demostrar las fortalezas del deporte para la sociedad, escribiera la Carta Olímpica pensando en el derecho fundamental que reviste la práctica del deporte excluyendo a las mujeres de participar en la gran fiesta cuadrienal…

Cómo era que nos veía a las mujeres? Como figuras de porcelana para exhibir en la vitrina de los salones de la sociedad de la época, o tal vez como la garantía de la reproducción de la especie humana a la cual había que proteger? Quizás sencillamente adoptó la misma estructura de los Juegos en la antigüedad.

En todo caso, así como se celebraban cada cincuenta lunas llenas en el mes virgo (septiembre) los Juegos Hereos en honor a la diosa Hera (la esposa de Zéus), las mujeres a principios del siglo XX muy seguramente también cansadas de tanta guerra, aprovecharon la ausencia de los hombres para demostrar que eran capaces de hacer mucho más que cuidar de los hijos y del hogar y se sintieron felices de correr, lanzar, saltar, compartir y competir con otras mujeres en diferentes pruebas atléticas durante los primeros Juegos Olímpicos femeninos liderados por Alice Milliat en 1921. 

Estos Juegos se celebraron en Montecarlo, un barrio del principado de Mónaco, que por cierto es un país muy pequeño de tan sólo 28 hectáreas de superficie. Un lugar excepcional sobre la tierra que acogió a 100 participantes provenientes de Francia, Gran Bretaña, Suiza, Noruega e Italia.

Coubertin habló del deporte como un derecho humano pero sufrió también las contradicciones de las mismas condiciones de vida que vivió desde su posición en la alta sociedad francesa debido a que por aquel entonces el deporte olímpico que ansiaba fuera para todos, estaba al alcance únicamente de aquellos que podían pagarse los viajes de un país a otro, o incluso de un continente a otro, como fue el caso de los primeros Juegos Olímpicos que se celebraron fuera del continente europeo y se trasladaron a San Luis (EUA) en 1904.

Sin embargo, hoy debemos agradecer que él pensara en el deporte como el centro del humanismo y como herramienta pedagógica para la formación del ser humano. A lo largo del siglo XX diversas manifestaciones en procura de los derechos de los atletas (hombres y mujeres) han sido transformadoras. En el caso de las mujeres que es el que mas cercano tengo, quisiera llamar la atención sobre un hecho en particular. En 1928 cuando finalmente las mujeres pudieron entrar oficialmente al programa olímpico en Ámsterdam, una de las pruebas en las que pudieron participar fue la de 800 metros planos.

Pueden ustedes por instante imaginar, cómo todo el estadio se manifestaba indistintamente, pues unos aplaudían, otros gritaban apoyando y otros rechazando su participación, pero a la final era un ruido ensordecedor que por primera vez acogía una prueba de este nivel. Las atletas entregaron su mejor esfuerzo dando como ganadora a la alemana Lina Radke-Batschauer, sin embargo al cruzar la meta varias de ellas cayeron al suelo extenuadas por el cansancio. La escena fue propicia para que un periodista del diario Le Fígaro escribiera en forma contundente: “débiles mujeres, al cruzar la meta desfallecieron demostrando que son incapaces de correr esta prueba”… este plumazo, le significó a las mujeres que el COI tomara la decisión de prohibir los 800 mts. femeninos durante 32 años por considerarlas más débiles. En 1960 para los Juegos Olímpicos de Roma, la prueba pudo volverse a correr hasta nuestros días.

¡Ni qué hablar de la prueba de Maratón! La historia nos habla de Melpómene en Atenas 1896, aquella menuda mujer que con el objetivo de poder hablar con el Rey Jorge I de Grecia (estaría en el Estadio Panatenaiko para ver la llegada), acude a la salida para unirse al grupo de corredores y es rechazada porque la prueba no permite la participación de las mujeres. Pero ella dispuesta a cumplir su objetivo, sale después y logra finalizar el recorrido en 5 horas y media, cuando ya no encuentra al Rey para pedir ayuda para sus hijos… Pasarían en este caso 98 años, ¡casi un siglo!!!

En fin, para ponernos al día, ya que esta semana recordamos el momento mas emocionante que hayamos vivido las luchadoras por la igualdad de oportunidades en el deporte, el 20 de septiembre en los Juegos Olímpicos Sídney 2000, sería María Isabel Urrutia nuestra primera medallista de oro. Ella encarna para mi uno de los principios profundos del significado del lema olímpico, Fortius. Su fortaleza para vencer la dificultad, la adversidad y cambiar el rumbo de lo negativo a lo positivo, es indiscutible. Ella no sólo obtuvo el primer oro para nuestro país en levantamiento de pesas sino que abrió la puerta de esta disciplina para todas las mujeres del mundo.

Las pesas siempre han formado parte del programa de los Juegos Olímpicos desde 1896, con algunas variaciones en pesos y técnicas que finalmente nos ha llevado a la competencia de hoy. Pero sin duda es la participación de las mujeres desde los primeros Juegos de este milenio que marca una diferencia en términos de igualdad de derechos. Es que estamos hablando de mas de un siglo de ausencia de la disciplina de levantamiento de pesas para las mujeres, para ser más exacto el dato, ¡104 años!

Claro que hemos avanzado en términos de derecho a la participación en los Juegos Olímpicos desde que Alice Milliat inició su lucha en 1917, pero el camino ha sido muy lento.Hoy podemos decir que seguimos luchando por la igualdad de oportunidades y que nos falta mucho trecho.

Los analistas nos dirán que ya estamos en todas las disciplinas deportivas y en algunas de manera sobresaliente como nos lo revela el siguiente gráfico de los Juegos Olímpicos Rio 2016 que demuestra cómo la participación femenina ha ido avanzando hasta casi equipararse con la masculina.

Ahora bien, no podemos decir lo mismo de lo que está sucediendo con el tema de la participación de las mujeres en el campo del entrenamiento, como pueden observar en la gráfica de los Juegos Olímpicos Río 2016:

La Carta Olímpica considera al igual que la Carta Internacional de la Educación Física, la Actividad Física y El Deporte (UNESCO), el deporte como un derecho fundamental. Coubertin habló de su sueño del deporte para todos pero no incluía una parte fundamental de la humanidad, la mujer. Pese a ello el Olimpismo ha cedido a lo largo del tiempo y gracias a la tenacidad de las mujeres que como María Isabel Urrutia abrieron la puerta para la práctica de deportes otrora insospechados.

El mundo sigue su curso y ahora debemos concentrar nuestros esfuerzos por las niñas, niños y jóvenes. Su derecho a participar del deporte es el derecho humano más importante. Que todos tengan esta oportunidad en cada rincón del país, hoy es un deber del estado y por nuestra parte desde la Academia, tenemos la responsabilidad de fortalecer los procesos necesarios para que todos entendamos al deporte como cultura, es decir, que debemos trabajar para que nuestra población experimente cada día el deseo de practicar alguna actividad deportiva, bien sea recreativa o competitiva. De ello dependerá que nuestra sociedad sea cada vez más humana y más justa.

Por |2020-09-26T09:31:21+00:0010 octubre 2020|Deporte y Paz|0 Comentarios

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